LOS EFECTOS DEL CAMBIO ALIMENTICIO EN LA TERCERA EDAD

                                                                                 Prof. Carlos Ortiz Henríquez.

 

Los trabajadores, sean académicos, profesionales, técnicos, administrativos, personal de servicios u obreros, durante 30 o 40 años de vida laboral han mantenido un sistema de alimentación diaria sin mayores variaciones: un desayuno, un té o café a media mañana, almuerzo y cena, siendo el almuerzo adquirido en el casino institucional, en una pensión o restaurante próximo al lugar de trabajo, o una colación traída desde su hogar.

Esta realidad tiende a modificarse bruscamente para algunas personas al jubilar y, específicamente, con el almuerzo que será el menú para todos los integrantes del grupo familiar. Este cambio, lentamente, comienza a provocar un cambio conductual que alterará su relación intrafamiliar. En otros casos, el pensionado(a) comienza a salir por las mañanas dos o tres veces por semana y se sirve un plato en los Mall a pleno gusto y con ello evita las desavenencias familiares. El tema se complica cuando un chequeo médico indica que hay diabetes, la presión arterial está alterada o la gastritis exige cambios alimenticios o se está con sobrepeso, entre otras afecciones.

En este marco, el jubilado entra progresivamente en conductas de irritabilidad, estados depresivos, aislamiento, mutismo, sensación de impotencia y otras que le afectan su diario vivir. Por otra parte, a su entorno familiar le resulta difícil ayudarle porque, al tratar de cumplir las prescripciones médicas, se transforman en personas que, a juicio del padre, madre, abuelo o abuela son unos “enemigos” que no lo entienden, no lo ayudan, no lo alimentan, no lo atienden como él o ella quiere o desea. Entonces, aparecen en este adulto mayor expresiones muy hirientes: “me tienen muerto de hambre”, “me quieren matar”, “ya no me necesitan” y otras. De este modo se conforma un clima familiar muy complicado, agotador para quienes conviven con el adulto mayor y sin “herramientas” específicas para ayudarlo a entender y aceptar la realidad que está viviendo en su última etapa de vida.  La expresión más común para geriatras, psiquiatras, psicólogos frente a esta realidad es tener paciencia.

A partir de este cuadro descriptivo es necesario considerar a lo menos dos aspectos relacionados con los cambios alimenticios que afectan a la Tercera Edad:

a).- La globalización o internacionalización de la cocina  en materia de alimentos, particularmente platos chinos, japoneses, peruanos, mexicanos u otros, han traspasado los límites de los restaurantes para llegar a los hogares, conquistando el paladar paulatinamente   de  niños, jóvenes y adultos. En cambio, los adultos mayores suelen no tener la capacidad de cambio o de compartir un sábado o domingo un almuerzo con estos nuevos platos, dada su tradición de servirse una cazuela, unos porotos graneados, una merluza, un arroz graneado o un simple pollo con ensalada surtida y qué decir de la tradicional sopa. Con cierta frecuencia podemos escuchar en algunos adultos mayores la exclamación: “cuándo podré comer un asado a la parrilla con harto ají”, dejando atónitos a los hijos y nietos porque no pueden prepararlo por su situación de salud, complicaciones en la dentadura o, simplemente, no tienen los recursos económicos para asumir ese gasto. Esta realidad obliga a una conversación del grupo familiar para compatibilizar el sistema alimenticio, de tal modo que se respete el régimen del adulto mayor, éste no se sienta excluido y, a la vez, acepte que los niños y jóvenes están incorporando nuevos menú.

b).- En la medida que la longevidad se va progresivamente extendiendo, es cada vez más necesario que la educación regular de niños y adolescentes  incorpore el tema de los adultos de la tercera edad en ámbitos como la salud, la alimentación y muchos otros, con el fin de disminuir la gran brecha generacional que se ha producido en el último tiempo.

c).- Las entidades gremiales y sindicales, los sistemas de bienestar de instituciones públicas y privadas, los programas sociales de las municipalidades, entidades religiosas y otras, deberían ofrecer programas de Preparación para la Tercera Edad, especialmente para quienes tienen alrededor de 60 años  y más, o están próximos a jubilar. Si bien existen programas de educación física, entretención individual o grupal, paseos y tour a localidades turísticas, pareciera necesario atender aspectos fisiológicos, psicológicos, sociales y culturales propios de la vida diaria de la Tercera Edad. En definitiva, se trata de la Calidad de Vida que debe tener el ser humano inmerso en su grupo familiar si existe, o permanece en un Hogar o Residencia para Adultos Mayores.   

Comentarios

  1. Muy interesante porque abre un tema diferente.

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  2. Efectivamente, el cambio de dieta puede producir los problemas de relación en la familia que el articulista comenta.
    Siendo así, se echa de menos ,sin embargo, un análisis más detallado de los cambios o, por qué no, un estudio de la nutrición necesaria en la tercera edad. Lo sugiero para próximos artículos. Todos ellos muy interesantes.

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  3. Interesante porque abre un tema sobre el que hay mucha experiencia cotidiana pero pocos datos empíricos. Sería interesante que CENDEC hiciera un estudio al respecto

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  4. Si, quizás deberíamos estudiar la posibilidad de incluir el tema en algunas de las investigaciones próximas. Lo analizaremos en el Círculo.

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