ADULTOS MAYORES: SALUD MENTAL Y APOYO FAMILIAR

                                   José Nagel. Investigador Cendec

El tema de la salud mental en las personas mayores ha ido ganado progresiva importancia en la medida en que diversos estudios y publicaciones han mostrado la prevalencia de problemas serios que comprometen la calidad de vida, generan actitudes y visiones negativas e, incluso, en algunos casos, conducen a las personas al suicidio.

De hecho, en torno al 20% de los mayores de 60 años han sido diagnosticados como presentando algún síntoma de depresión. El grupo de más de 80 años tiene la tasa de suicidios más alta de la sociedad chilena (13,6% por cada 100.000), lo que sube a 30 por cada 100.000, si se consideran solo los hombres. En contraste con estas cifras, el número de consultas por salud mental es muy baja entre los mayores de 60 años. Sólo un 3,82% de las mujeres y un 1,24% de los hombres reportan una consulta por salud mental en el lapso de un año.

Los estudios coinciden en que hay un conjunto de conductas frecuentes entre los adultos mayores que tiene que ser objeto de atención por cuanto, sin duda, son una muestra de alteraciones que deberían ser enfrentadas. Entre ellas: aislamiento social e introversión, deterioro del cuidado personal, alteraciones del sueño, ansiedad, irritabilidad, visiones negativas persistentes, pérdida acelerada de memoria. Algunas de ellas pueden ser síntomas de un estado depresivo larvado del cual, quienes conviven con la persona, no se dan cuenta o lo perciben como lo “normal” en la conducta de los viejos.

Con mucha frecuencia, estas alteraciones son resultado de eventos específicos que tienen un impacto negativo: finalización de la vida laboral, enfermedades recurrentes y dolorosas, fallecimiento de personas queridas, problemas económicos. En otros casos, son el lento resultado de un sentimiento de soledad y aislamiento que progresivamente va quitando la alegría y el deseo de vivir.

Hay que tener conciencia que estos procesos pueden y deben ser objeto de acciones correctivas en las cuales tiene participación tanto los especialistas como quienes conviven cotidianamente con la persona mayor.

En el último tiempo el tema ha sido, afortunadamente, objeto de preocupación de parte de las instituciones públicas y las autoridades. Por una parte, hay llamados de atención al hecho que el sistema de salud no está alcanzando como debiera a este grupo, especialmente en lo relativo a la salud mental ya que no es posible que, con un 20% de la población mayor presentando estados depresivos, solamente una mínima proporción de ella se acerque al sistema público para solicitar atención. Ello lleva a la necesidad de desarrollar otros mecanismos y puentes para alcanzar a esos pacientes ocultos.

Por otra parte, se ha tomado conciencia de la necesidad de prevenir el suicidio y del rol que, en esa tarea, pueden tener los familiares y personas cercanas a los mayores. Por esta razón, el MINSAL ha elaborado la “Guía Práctica en Salud Mental y Prevención del Suicidio para Personas Mayores” que contiene un conjunto de excelentes orientaciones para que, quienes conviven con adultos mayores, comprendan las características, capten las señales de alarma y, puedan, en consecuencia, desarrollar conductas tendientes a prevenir el suicidio.

La Guía entrega instrumentos para detectar si una persona mayor está teniendo problemas de salud mental, indica qué se debe y qué no se debe hacer en esa situación, orienta respecto a como tratarla  y da información sobre las señales de riesgo de suicidio y cómo reaccionar frente a ellas. Está disponible en la página del Ministerio de la Salud.

Sin embargo, lo que puedan hacer las autoridades o los organismos de salud resultará eficaz solo si quienes conviven con los adultos mayores juegan el papel que deben tener tanto en impulsar a la persona a consultar y aprovechar los apoyos existentes como, aun más clave, en captar las señales de alarma y actuar en consecuencia para evitar las conductas suicidas.

Es esta una tarea que debe ser realizada por todos los miembros del grupo familiar o por todos aquellos que interactúan con una persona mayor. Son ellos quienes tienen efectivamente la posibilidad de influir, apoyar y orientar o, en caso necesario, tomar las decisiones oportunas para evitar la profundización de los problemas.

Pero, para poder cumplir esa función, es preciso informarse y capacitarse para saber si está en riesgo la salud mental de la persona, conocer los signos posibles del deterioro y saber como conducirse frente a ellos. Y tener conciencia que la calidad de la relación que la persona tiene con su entorno es clave para la calidad de la salud mental y el bienestar.

 

 

 

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