LAS PERSONAS MAYORES EN EL MARCO DEL COVID 19

Sonia Zapata D. Investigadora Cendec

La pandemia por COVID-19 ha invadido nuestra vida, nuestra cotidianeidad y no podemos dejar de reflexionar sobre su relación, sus consecuencias, y las medidas a tomar en nuestra población de personas mayores.

La protección de las personas mayores incluye el derecho a la salud. Es necesario considerar la edad y sus características y necesidades en las medidas que se ponen en práctica.  Las personas mayores de nuestro país constituyen un grupo importante de la población total y  la pandemia por COVID-19 nos exige fortalecer la protección su derechos humanos, en particular su derecho a la salud.

Hemos visto como la COVID-19 afecta a todas las edades pero los datos epidemiológicos disponibles en el mundo muestran que las personas mayores, especialmente las que tienen problemas de salud subyacentes (presión arterial alta, problemas cardíacos o diabetes), tienen un mayor riesgo de enfermarse gravemente una vez contagiadas e incluso morir.

Se ha tratado de garantizar que las personas mayores puedan acceder con facilidad a servicios y a la información esencial durante la pandemia. Se han realizado esfuerzos para atender sus necesidades de salud como una responsabilidad y obligación del Estado. Se ha comprendido que debe mantener una acción y vigilancia activa sin exponer a las personas mayores a complicaciones graves y, así, poner a disposición de los más vulnerables todas las herramientas que les ayuden a paliar los efectos de la pandemia

Cuando sobrevino la pandemia, los sistemas de salud de muchos países, incluido el nuestro, presentaban grandes debilidades. Y tuvieron que resolver apresuradamente la posible falta de insumos y de personal de salud, procurando evitar colapsos de los sistemas de atención sanitaria. La crisis provocada por la COVID-19 es una crisis de los sistemas de salud los cuales no estaban preparados para hacer frente a esta epidemia.

Personas mayores discapacitadas

Una mirada especial se debe tener sobre las personas mayores discapacitadas, las que presentan obstáculos para poner en práctica algunas medidas básicas de higiene, factor que incidiría en que tengan un riesgo más alto de contraer COVID-19. Por ejemplo, el lavado de las manos no es fácil de realizar si la persona mayor con discapacidad tiene dificultades físicas para frotarse las manos o si el lavamanos es de difícil de acceso para alguien con movilidad reducida.

Las personas mayores con discapacidad enfrentan problemas para realizar las actividades de la vida diaria debido al COVID-19. El quedarse en casa para no contraer la enfermedad en general no considera sus necesidades Hay mayores que dependen de apoyos (ya sean formales o informales de familiares o amigos) para realizar actividades de la vida diaria. Durante la pandemia estos apoyos no los reciben debido a las cuarentenas implementadas y a las medidas de distanciamiento físico establecidas. Esto tiene consecuencias negativas, al correr riesgo de no tener acceso a alimentos, bienes esenciales y medicamentos. El no contar con estos apoyos también influye en la realización de actividades diarias básicas como bañarse, cocinar o alimentarse, acciones indispensables para la subsistencia diaria

En general, la población de 80 años y más con discapacidad son personas con una alta dependencia de cuidados y muy poca autonomía.  Un número importante de ellas pueden estar postradas y necesitar apoyo durante todo el día. Lo que significa contar con personas que les brinden cuidados diarios, ya sea en su casa o en establecimientos de larga estadía. Esta situación nos lleva a pensar en la importancia de conocer a nivel local el número de personas que se encuentra en esta situación, y ojalá su distribución territorial, lo que nos permitiría focalizar las acciones y una buena gestión en términos de apoyo a la persona mayor y su familia.

Personas mayores en hogares unipersonales

Las personas mayores que viven solas son un grupo de riesgo, pues corren peligro de verse afectadas por las medidas de distanciamiento físico, lo que les genera problemas para  obtener información precisa, alimentos, medicamentos y otros suministros esenciales Además, los períodos prolongados de aislamiento pueden tener un efecto en la salud mental y aumentar los sentimientos de soledad y sus efectos  Al mismo tiempo, están menos expuestas al riesgo de contagio al no compartir el hogar con otras personas que tengan que salir a trabajar o a realizar compras para la subsistencia diaria.

En este último tiempo, los resultados proporcionados por los censos revelan un notorio aumento de hogares de personas mayores que viven solas. Y de personas mayores que vive con otras personas mayores exclusivamente. Las personas mayores que viven solas o con otra adulta mayor, ante las medidas de aislamiento social necesitan que se tomen algunas acciones específicas. Recordemos el llamado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a los Estados “…. el balance que debe existir entre la protección ante el COVID-19 y la necesidad particular de las personas mayores de conexión con sus familiares, y facilitar medios de comunicación telefónica o por internet, a fin de evitar su deterioro emocional” “Asimismo, las medidas adoptadas deben identificar y eliminar obstáculos y barreras para el acceso de las personas mayores a su abastecimiento, servicios públicos, cuidados, información y comunicación durante el aislamiento. La Comisión resalta también la necesidad de cooperación entre los Estados y las empresas privadas que brindan servicios y bienes esenciales para facilitar el acceso prioritario a las personas mayores con horarios especiales para su atención, como se viene haciendo en varios supermercados y bancos de la región” (OEA, 2020).

 

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Personas mayores institucionalizadas

La población adulta mayor que vive en establecimiento de larga estadía en nuestro país va en aumento debido a que nos encontramos en una etapa más avanzada del proceso de envejecimiento. Las personas mayores que viven en centros de atención a largo plazo son vulnerables a los resultados adversos del COVID-19. Por otra parte, la propagación del virus puede dificultar el tratamiento de las enfermedades crónicas que estas personas padezcan. Las medidas de distanciamiento físico que restringen las visitas y las actividades grupales en los centros de larga estadía pueden afectar la salud física y mental de las personas mayores, sobre todo de aquellas con deterioro cognitivo o demencia.

Otro problema que se enfrenta en el caso de los Establecimientos de Larga estadía es la vulnerabilidad a la que está expuesto el personal de cuidados, así como los trabajadores de salud que atienden a las personas de edad,” por la mayor exposición al riesgo y la probabilidad de ser vector de contagio” (UNFPA, 2020). Para garantizar los derechos de la población mayor, y para proteger a sus cuidadores, es esencial, realizar pruebas y tomar medidas de aislamiento con cuidado permanente En caso de detección de la enfermedad es esencial entrenar y aumentar el personal de cuidado para contener el contagio masivo y se recomienda evitar transferir a la población mayor a entornos alternativos como solución a los problemas de personal

Finalmente, cabe recalcar, una vez más, la importancia de la expansión y mejora de los sistemas de protección social para que respondan con eficiencia a las necesidades de las personas mayores, especialmente en una crisis, como la actual, donde se corre el riesgo que se acentúe la desprotección hacía ellos.

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