LA SENSACION DE PERDIDA EN LOS ADULTOS MAYORES
José Nagel: Investigador Cendec)
En una entrevista reciente, una
persona mayor nos decía” Esta es una etapa de pérdidas. Si miras hacia atrás,
te das cuenta de cuantas cosas importantes has perdido. Y si miras a hoy,
percibes que sigues perdiendo. Y eso, te llena de temores e incertidumbres”
Efectivamente, la sensación de
pérdida se puede encontrar en una gran proporción de los adultos mayores. Pero
siendo similar el sentimiento, según las personas, se puede originar en causas
diferentes. Varios estudios han tratado de identificar cuáles son las
principales áreas en que se originan estas pérdidas y los temores que ellas
generan.
Una primera causa del sentimiento
de pérdida es la conciencia del deterioro físico y de la existencia de
problemas de salud. El deterioro físico manifestado en disminución de la
energía, de la fortaleza muscular, de la visión y de las capacidades de
desplazamiento constituye un factor central en la generación de una percepción
de decadencia y debilidad. Ligado a esto, la sensación de pérdida progresiva de
la memoria y de las capacidades intelectuales contribuye también a generar una imagen
deteriorada de sí mismo. En estudios hechos en Chile, 62,3%de las personas de
más de 70 años identifican como una de sus principales preocupaciones el
empeoramiento de la salud, la disminución de sus capacidades y, en
consecuencia, y el peligro de enfermarse gravemente. (UC. Quinta Encuesta de
Calidad de Vida en la Vejez, 2018)
Lo anterior está en la base del
temor más importante y frecuente que se encuentra en los adultos mayores: la
pérdida de autonomía y la consecuente dependencia de otras personas para poder
realizar actividades que antes se hacían de manera fácil y cotidiana:
desplazarse, comer, salir a la calle, conducir un vehículo etc. Este temor lo
manifiesta el 63,7% de las personas mayores entrevistadas. (Fuente: Id.)
Las pérdidas en el área social
constituyen, también, factores muy importantes para producir estados depresivos
y visiones negativas de sí mismo, en esta etapa de la vida. Quizás la más
importante es la desaparición del rol laboral por la salida del mundo del
trabajo. Esto, especialmente, se advierte en el caso de los hombres que, con
frecuencia, han asentado su seguridad y autopercepción positiva en su actividad
laboral. El trabajo ha llenado su tiempo, le ha dado significado a la vida
cotidiana y ha generado una sensación de seguridad y autoconfianza. A la vez,
les ha permitido hacer amigos y conocidos con intereses comunes e interactuar
frecuentemente con ellos. Todo esto se pierde al terminar esa etapa, lo que
produce un vacío que genera angustia y tristeza.
A lo anterior se une el que, a
estas alturas de la vida, la frecuencia de fallecimientos de amigos y
familiares es, cada vez, más alta. Se manifiesta así, en muchas personas, un
sentimiento de “duelo” reiterado que ensombrece la vida cotidiana y refuerza la
idea que esta es una etapa de pérdidas.
Finalmente, todo lo anterior
redunda también en la generación de un sentimiento de soledad y de aislamiento
que se puede observar con bastante frecuencia en las personas mayores. Sobre
esto hay cifras diversas, pero se puede afirmar, con certeza, que casi la mitad
de las personas mayores de 70 años lo experimentan. (Fuente: Id.)
¿Se puede combatir la sensación
de pérdida? Diversos especialistas afirman que esto no solo es posible sino,
sobre todo, deseable. De alguna forma, hay que vivir un proceso similar al que
se experimenta cuando se pierde un ser querido en el cual, después de una etapa
de duelo, viene la recuperación, la adaptación a las nuevas condiciones y la
generación de otras prioridades y rutinas. Se trata de asumir que hay una nueva
etapa que debe ser vivida como tal y no como recuerdo del pasado. Esta etapa
tiene, simplemente, otras características, otras limitaciones, pero, también
otras ventajas.
Hay que pensar que en todas las
etapas de la vida ha habido limitaciones y ventajas y que, en esta etapa final,
ello también es así.
Parece haber tres áreas que deben
ser objeto de especial preocupación y que contribuyen a estructurar las nuevas
rutinas y actividades que llenan el tiempo y dan sentido a los días.
Unas son las rutinas y las
actividades contra el deterioro físico; programas de ejercicios, caminatas,
gimnasio, pilates etc. Esto es importante no solo porque genera actividad sino
porque resulta fundamental para evitar la continuidad del deterioro.
Otra área es la de la realización
de actividades placenteras aprovechando la libertad que da la posibilidad de
utilizar el tiempo de manera autónoma y sin las condicionantes que genera el
trabajo.
La tercera es la lucha por
mantener los contactos familiares y sociales. Con frecuencia ello no depende
absolutamente de uno sino de otros, pero, también, las personas, sea de manera
presencial o utilizando los medios de comunicación, pueden trabajar para
mantener sus redes sociales esforzándose por tener una comunicación frecuente.
Y en los casos en que sea físicamente posible, asistir a actividades en centros
o clubes donde, normalmente, se establecen nuevos contactos y amistades.
Finalmente, es posible concluir
que efectivamente el sentimiento de pérdida y los consecuentes temores que a
éste se asocian tienen una base objetiva pero, es posible e imprescindible, reaccionar
mediante la articulación de un conjunto de actitudes y actividades que permiten
desarrollar sentimientos positivos y volver a sentir el gusto por la vida.
La recomendación budista de vivir el instante
pasa, aquí, a tener una importancia clave. Y de mirar el futuro que resta, como
un regalo precioso que debe ser vivido momento tras momento.
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