OMS: ¿LA VEJEZ UNA ENFERMEDAD?
Los
Editores
Con asombro el mundo recibió la
nueva Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de
Salud Relacionados” realizada bajo el auspicio de la Organización Mundial de la
Salud (OMS). Allí se incluye la vejez (sí dicho así), entre las enfermedades a
considerar.
Con este criterio el 17% de la
población de Chile hoy estaría enferma y, en pocos años más, serían 3.999.000
las que sufrirían de este mal. Y en el caso de la población mundial, en dos
décadas más, un cuarto de la población caería bajo ese criterio. Toda persona
mayor de 65 años sería, así, un enfermo que debe ser tratado como tal con las
limitaciones y efectos que esto supone.
La publicación mencionada produjo
de inmediato la razonable reacción de múltiples organizaciones y especialistas.
Se recordó, por ejemplo, que esto se encuentra en flagrante contradicción con
el enfoque de envejecimiento saludable propugnado por la misma OMS en su
propuesta para la década que empezamos a vivir.
Como lo afirmó un distinguido
médico, la propuesta es tan absurda como calificar a la niñez como una
enfermedad. Es preciso entender que niñez y vejez son etapas de la vida, no una
enfermedad. Sin duda, en cada etapa hay enfermedades que se presentan y
fragilidades distintas frente a ellas. E igualar vejez con enfermedad no
corresponde a la realidad. Recordemos que, en investigaciones recientes en
Chiles, por ejemplo, solo el 51% de los mayores declaran que su salud es
regular o mala y las enfermedades que declaran tener están lejos de ser
invalidantes (hipertensión, diabetes, colesterol alto).
Entre las explicaciones posibles de
la nueva clasificación se aludió al hecho que lo que se buscaba era reemplazar
la antigua denominación de “senilidad” de la OMS que describía causas de muerte
en personas mayores cuando no había un diagnóstico específico y que, para ello,
se buscó una clasificación menos discriminatoria. Pero, lo menos que podemos
decir es que aquí “el remedio fue peor que la enfermedad”.
Pero, tal vez, el peor efecto de
este error de la OMS ha sido el que viene a reforzar un conjunto de prejuicios
sociales sobre las personas mayores que ha sido denominado “edadismo” y que se
compone de visiones negativas estereotipadas acerca de los adultos mayores las
que se encuentran muy extendidas en nuestras sociedades. El edadismo contiene
prejuicios que minusvaloran a las personas mayores y sirven de sustento para
conductas y procesos sociales discriminatorios. Los ven como personas incapaces
de valerse por mismos, con capacidades físicas disminuidas y con limitadas
habilidades intelectuales, lo que, por supuesto, está lejos de la realidad.
Y justamente contra esa visión se
han desarrollado acciones y estrategias que han permitido un avance hacia un
nuevo enfoque que subraya el envejecimiento saludable y la participación activa
en la sociedad como realidad de una gran mayoría de los adultos mayores. Y se
han multiplicado las acciones, los proyectos y las instituciones que trabajan
en la línea de estimular y fortalecer la participación y la continuidad de la vida
activa de ese conjunto de “enfermos”. De los cuales, por ejemplo, el 71% de los
mayores de 80 años declara tener una visión ampliamente positiva de este
momento de su vida. Y justo en el momento en que en muchos países hay ya un
éxito en la lucha contra el edadismo, aparece esta clasificación muy poco
feliz.
Lo menos que habría que decirle a
la OMS es aquella frase de un conocido y querido personaje nacional: ¡exijo una
explicación!
Para los Organismos Internacionales es fundamental buscar financiamiento adicional a las cuotas y señalar al envejecimiento como un tema de salud, lo hace una excelente fuente de recursos desde los grandes laboratorios
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