LOS EFECTOS DE LA PANDEMIA
COVID-19 EN LAS PERSONAS MAYORES.
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Sonia Zapata D.
Investigador CENDEC
Al analizar los efectos de la pandemia, primeramente, debemos abordar el aspecto biológico partiendo de la premisa de la necesidad de una atención integral para las personas mayores. Esto implica ocuparse de todos los aspectos que vulneran a las personas entradas en años. Las recomendaciones que han señalado los expertos son que los servicios de salud deben realizar diferentes labores para la promoción de estrategias para el envejecimiento activo y saludable. con la finalidad de que los mayores cumplan medidas, más efectivas en su cotidianidad y estilo de vida.
Una recomendación es tener una
alimentación saludable y una dieta variada con todos los grupos de alimentos. Se
han incorporado, así, a la vida cotidiana medidas de higiene que antes se
llevaban a cabo en los hospitales clínicas o los centros de salud. Hoy en día,
por ejemplo, nos debimos acostumbrar al lavado constante de las manos, a
utilizar gel o alcohol y usar adecuadamente la mascarilla. Además, se ha
trabajado fuertemente en la necesidad de la participación de la ciudadanía en
su autocuidado.
En el aspecto psicológico, se ha destacado la importancia de promover en la
población que “vulnerables somos todos”. La pandemia causa problemas en las
personas al privarlas de la interacción directa con su entorno y no poder expresar a otros sus emociones, lo cual es
gran importancia para los mayores quienes presentan en alguna medida decadencia
física y algunos también mental. Ante la COVID-19, según algunos expertos, se
presenta un sufrimiento, culpa y un
sentido de proximidad de la muerte, lo que hace a las personas mayores más
vulnerables a complicaciones neuropsiquiátricas como: ansiedad, depresión,
desesperanza, desesperación, deterioro cognitivo y trastornos de estrés postraumático.
Varias de las personas mayores han expresado que han encontrado soporte en la familia, otras en la amistad,
otras en la espiritualidad que los ayuda a encontrar sentido a aquellos
aspectos de su realidad sobre los que en algún momento pierden el control tales
como la enfermedad y la muerte.
Los psicólogos y psiquiatras dan algunas recomendaciones llamadas tareas
resilientes:
- Aceptar la realidad de la pandemia tal cual es.
- Adoptar una postura de confianza en el proceso.
- Decidir sobre lo posible.
- Día a día a vivir con responsabilidad en la pandemia.
El
autocuidado es una necesidad para las personas mayores y les permite en cada
momento la posibilidad de reconstruirse para afrontar adversidades. Se detecta,
así, la necesidad de capacitación de recursos humanos en atención geriátrica,
para las personas mayores.
Junto con los efectos físicos y psicológicos también hay efectos sociales. Desde
que se presentó la enfermedad se evidenciaron falta de recursos suficientes
para cubrir algunas necesidades básicas como el desempleo, el bajo monto de las
pensiones o la seguridad social. Esto trae como consecuencia un incremento en
la dependencia en las personas mayores, más aún en las que viven solas que es
un número importante especialmente en la capital.
El confinamiento doméstico implementado como medida preventiva para interrumpir
la cadena de contagios, afectó la interacción social que las personas mayores
mantenían con sus familiares y amigo. Además, al disminuir las posibilidades de
salir de casa también se perdió la posibilidad de realizar actividades
económicas para aquéllos que aún lo hacían.
Los expertos en el tema social sugieren: “ Propiciar y elaborar una
cultura del envejecimiento que permita cambios tanto en quienes transiten esta
etapa de la vida como de quienes los acompañen, para que sean una red social de
apoyo.”
Además de los problemas de salud que ocasiona la enfermedad y los miedos que
esto suscita, las relaciones interpersonales han cambiado drásticamente desde
el confinamiento. La salud psicológica y emocional de muchas personas se está
viendo seriamente afectada y los efectos —similares a los de un estrés
postraumático— es posible que sean duraderos. Estar junto a las personas
queridas, especialmente en situaciones dolorosas como el ingreso en unidades de
cuidados intensivos, o en los momentos de final de vida, por poner algunos
ejemplos, se ha vuelto difícil o imposible en muchos casos.
La pandemia ha cambiado muchas cosas de nuestra vida
cotidiana: ha afectado a nuestra manera de vivir el ocio, hacer deporte,
trabajar o relacionarnos. Ha cambiado nuestras percepciones y comportamientos
sobre los demás, sobre otros grupos y el mundo en general y, en algunos casos,
han aumentado las conductas discriminatorias. Las recientes investigaciones
avisan de un aumento del edadismo,( que ve a los mayores como necesitados de
ayuda, no válidos e incapaces de contribuir a la sociedad) calificativos
difundidos en las redes sociales, los medios de comunicación y en los discursos
políticos de los Gobiernos. Las imágenes estereotipadas y negativas que
aparecen en los medios de comunicación vinculando enfermedad a vejez, deterioro
y carga social pueden reforzar el edadismo
Así, el coronavirus refuerza estereotipos edadistas:
«Mueren los viejos», «Las víctimas son las personas mayores y vulnerables».
Llama la atención que las noticias referidas a personas más jóvenes y en «edad
productiva» sean tratadas en profundidad y detalle, mientras que las muertes de
las personas mayores parece que solo engrosan las estadísticas
Otra forma de discriminación sufrida por las personas
mayores en estos tiempos de pandemia ha sido el consejo de las autoridades
sanitarias de que las personas mayores sean los últimos en poder salir del
confinamiento. Estas actitudes promueven estrés, angustia y ansiedad en las
personas mayores al insistir en su vulnerabilidad.
El aislamiento preventivo o confinamiento es una
medida básica para reducir las probabilidades de contagio, pero si esta
situación dura mucho tiempo representa por sí mismo un riesgo para las
condiciones de salud. Esta vulnerabilidad de las personas mayores frente al
SARS-CoV-2 de la que antes hablábamos ha llevado a que los Gobiernos de diferentes
países tomen medidas preventivas de confinamiento más restrictivas para las
personas mayores de 70 años que para los adultos de otras edades,
El confinamiento en casa, sin posibilidad de salir más
que a asuntos imprescindibles, la reducción de salidas a una hora diaria, o el
doble confinamiento de las personas en residencias (aislados del exterior y en
su habitación) tiene consecuencias negativas: como la reducción actividad
física y su implicación en problemas de sueño, insomnio y somnolencia diurna, aumento
del deterioro cognitivo por haber dejado de realizar actividades de
estimulación cognitiva, talleres, tertulias, terapias grupales, voluntariado,
con efecto en estado emocional y anímico, con un aumento de la sintomatología
depresiva falta de contacto con red social y soledad. La soledad aumenta el
riesgo de sedentarismo, la enfermedad cardiovascular, la alimentación
inadecuada y el riesgo de muerte.
La prohibición de visitas a las personas mayores que
viven en los centros residenciales, si bien es una medida preventiva, se ha
convertido en un factor extra de aislamiento social y soledad emocional. La
única fuente de vínculo social se ha visto reducida a unos momentos de
comunicación por videoconferencia.
La OMS ha instado a desarrollar soluciones innovadoras
para mantener el distanciamiento físico en entornos domésticos y sociales en
función del contexto local. Se incluyen aquí el aislamiento domiciliario de
casos, la cuarentena de contactos en el hogar, y medidas para limitar los
desplazamientos fuera de las viviendas y reducir el hacinamiento en los
hogares, buscando alternativas a los apretones de manos, abrazos y besos;
cierres de escuelas, iglesias y otros centros religiosos y lugares de
entretenimiento; y limitaciones de visitas a personas mayores y pacientes
crónicos.
La pandemia COVID-19 nos trae noticias alarmantes que
producen incertidumbre, miedo, amenaza, soledad y todo ello provoca emociones
como la ansiedad, el estrés, la frustración y el malestar. Ello, debido a la
incertidumbre de la situación, a los riesgos de contagio reales para la salud,
y a la sobreinformación a la que estamos expuestos. Será necesario examinar las
respuestas adaptativas y no adaptativas al estrés y la puesta en marcha de
conductas de autocuidado eficaces para regular las experiencias y emociones
negativas que surgen. Todavía no se han publicado estudios del impacto del
confinamiento sobre el estado emocional de las personas mayores
Necesitamos poner atención a las situaciones de estrés y ansiedad,
al duelo y las pérdidas, o a la soledad. El amor no basta. Los esfuerzos de
colaboración, apoyo y solidaridad entre personas que estamos viendo diariamente
requieren de habilidades interpersonales como la compasión, la empatía y la
sensibilidad interpersonal hacia el otro
Quizás una de las consecuencias de esta crisis podría
ser el desarrollo de la empatía, pero también el fortalecimiento de las redes
sociales del vecindario y la solidaridad intergeneracional.
Entre los retos que
tenemos delante en esta pandemia está, sin duda, el de revisar un modelo de
cuidados de las personas mayores que en buena medida se ha visto superado por
la crisis sanitaria, un modelo que ahora habrá de tomar como centro a la
persona y no a la institución. Ese cambio de modelo ha de formar parte de una
estrategia de políticas públicas con una visión más amplia que la actual.
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