AISLAMIENTO Y PERDIDA DE RELACIONES EN EL ADULTO MAYOR

José Nagel. Investigador Cendec.

El aislamiento y el consiguiente sentimiento de soledad son una realidad extendida en el caso de los adultos mayores. Diversos estudios así lo muestran: un 49,7% de los mayores de 70 años dice  tener sentimientos de soledad, el 31% declara tener problemas de ánimo y el 24,3%s se siente excluido por los demás. (Quinta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez. UC 2019).

En la base de todo ello se encuentra uno de los fenómenos más frecuentes entre los adultos mayores: el debilitamiento y la pérdida de relaciones sociales e interpersonales.

Diversos factores concurren para ello y se sitúan, al menos, en tres ámbitos: el fin de la vida laboral, el cambio en las relaciones familiares y la muerte de amigos y conocidos.

Especialmente en el caso de los hombres, gran parte de las relaciones interpersonales a lo largo de la vida se estructuran en el ámbito del trabajo. Normalmente, ello implica una cantidad de interacciones cotidianas que van desde la comunicación por necesidades laborales hasta el establecimiento de amistades y redes. La persona así, es “alguien” en el mundo del trabajo, construye una identidad y una autopercepción que van unidas a la actividad laboral y siente que hay gente para la cual ella es importante.

Cuando la persona debe abandonar el mundo del trabajo esas relaciones se debilitan y, paulatinamente desaparecen. Los contactos se hacen menos frecuentes porque no hay un motivo inmediato para ello y, como resultado, se va produciendo un creciente aislamiento. Es frecuente escuchar a entrevistados que nos dicen que, al momento de salir del trabajo, tenían decenas de amigos o conocidos con quienes interactuaban pero que, al cabo de cinco años esto, prácticamente, es inexistente quedando solo algunos contactos esporádicos con los que fueron más cercanos. La minusvaloración y el sentimiento de pérdida se instalan, así, como sensaciones predominantes.

Son las mujeres las que enfrentan de mejor manera este momento y sus consecuencias por cuanto, dado el tipo de relaciones personales y laborales existentes en nuestro país, ellas han debido moverse simultáneamente en el mundo del trabajo y en la vida de la casa. Por ello, han construido una visión de sí mismas y han establecido redes sociales que no dependen tan dramáticamente de la permanencia en el mundo laboral. Por supuesto, aquellas que han trabajado sostenidamente también sufren las consecuencias antes descritas, pero, al parecer, en menor medida que los hombres.

Un segundo factor que incide en la pérdida de relaciones sociales es el deterioro de las relaciones familiares. Con frecuencia, dentro de la familia se empieza a producir una minusvaloración del adulto mayor el que va perdiendo la importancia que tenía y el rol que desempeñaba. Paulatinamente las relaciones se van transformando. En las conversaciones familiares es frecuente que la persona mayor guarde silencio o que opine esporádicamente. Y, muy a menudo esta opinión, después de escuchada, es olvidada. En otros casos, cuando al adulto mayor vive con sus hijos u otros familiares se va aislando por cuanto las interacciones cotidianas con los otros miembros de la familia se van debilitando. Cuando hay nietos, es más probable que la persona conserve lazos e interacciones diarias pero cuando ello no ocurre el aislamiento es frecuente.

Obviamente el aislamiento es mayor en el caso de las personas que viven solas. En Chile hay 410.000 adultos mayores viviendo solos. De ellos el 59,3% son mujeres y el 40,7, hombres. En ese caso, la gran mayoría son autovalentes, pueden desplazarse, visitar a la familia o recibir visitas. Otro asunto es que la frecuencia de las visitas de familiares es, en general, baja.

La situación es aún más compleja cuando se toma la decisión de internar a la persona en una casa de larga estadía donde la interacción cotidiana con la familia se debilita. Lo normal es que, al principio, haya una gran frecuencia de visitas las que posteriormente se van alejando y terminan por convertirse en una pesada obligación que se cumple en forma cada vez más esporádica. Y las interacciones con otras personas mayores, también internadas no reemplazan, de ninguna manera, a los contactos familiares.

El tercer factor es el fallecimiento de amigos y conocidos. Pasada cierta edad las muertes se incrementan y la persona va quedando con la sensación de ser un sobreviviente de un mundo que desaparece. Así hay una reducción paulatina de las redes sociales que llenaban la vida y que no pueden ser reemplazadas por cuanto resulta muy difícil establecer el mismo tipo de relación con personas de otras generaciones.

El enfrentamiento del problema, por parte de la persona mayor, no es sencillo por cuanto hay factores que dependen de la actitud de otras personas o porque son resultado de un proceso inevitable.

En los casos en que pueda haber una intervención externa, es posible influir sobre los familiares incentivándolos a mejorar la frecuencia y calidad e las interacciones con la persona mayor. Esto pasa por un proceso de toma de conciencia y de educación para incentivar el cambio de actitudes en la relación familiar.

Pero, en la mayoría de los casos, es la misma persona la que debe hacer un esfuerzo consciente por corregir la situación, obviamente, en aquellos ámbitos en que eso es posible. Por ejemplo, la inserción en actividades que se ofrecen, a nivel de las comunas, como los centros o clubes de adultos mayores, ha demostrado ser una gran ayuda para mantener activas a las personas, permitirles compartir con iguales y anudar amistades y relaciones.

De manera paralela, es importante incentivar a las personas mayores para que hagan esfuerzos por mantener los contactos personales usando para ello, por ejemplo, las redes sociales. Se ha visto que el instrumento más fácil de utilizar y que permite contactos rápidos y cotidianos es el WhatsApp y que los mayores lo usan gran facilidad. El intercambio cotidiano a través de esa u otras aplicaciones, produce sensación de compañía y de contacto, lo que resulta de gran utilidad para personas solitarias.

Los caminos de solución pueden ser diversos pero lo importantes es tomar conciencia de que este es un problema serio que debe ser enfrentado por el entorno familiar y social de las personas mayores y por los organismos y entidades sociales pertinentes.

 

                                                                                                                                                                                                                           

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