EL SINDROME DE BURNOUT EN LAS CUIDADORAS DE ADULTOS
MAYORES
José
Nagel, Investigador Cendec
Es una realidad frecuente el que
adultos mayores en situación de dependencia queden al cuidado de familiares,
mayoritariamente mujeres, que dedican gran parte de su tiempo y de su vida a esa
tarea. Es esta una función completamente absorbente que hace que esas personas,
normalmente, abandonen otros aspectos y ámbitos de su existencia para centrarse
solamente en el cuidado. Y esta situación genera efectos psíquicos y físicos que
comprometen la salud y estabilidad de la persona. Se dice, entonces, que ellos
pueden presentar el llamado Síndrome de Burnout.
El Síndrome de Burnout se define como un
proceso de estrés crónico caracterizado por agotamiento emocional,
despersonalización y baja realización personal, que ocurre en personas que
trabajan directamente con pacientes de alta dependencia. El concepto fue
acuñado inicialmente en 1974 por Herbert Freudenberg mientras estudiaba a
personas que se dedicaban al cuidado de toxicómanos. El término apunta a la
idea de “estar quemado” para identificar una situación de agotamiento
emocional, despersonalización y baja realización personal por el stress
permanente al que están sujetos quienes se ocupan de personas enfermas o
dependientes.
Los estudios, inicialmente, se
refirieron a cuidadores profesionales trabajando en instituciones pero,
posteriormente, se cayó en cuenta que la más alta frecuencia del Síndrome de
Burnout estaba entre las cuidadoras familiares de enfermos dependientes,
especialmente adultos mayores. En estos casos, los síntomas que se estudiaron
en los cuidadores profesionales, se presentaron de manera mucho más pronunciada
entre quienes se encargaban del cuidado familiar.
Estudios en diversos países han
mostrado que la alta frecuencia del Burnout puede alcanzar incluso al 85% de
las cuidadoras familiares, normalmente cónyuges, hijas, sobrinas o nietas de la
persona enferma. (hombres cuidadores son muy escasos). Los síntomas
identificados en estas cuidadoras son de amplia gama siendo los más frecuentes
los siguientes: ansiedad y depresión, cansancio y agotamiento, resentimiento
hacia los que lo rodean, empeoramiento de antiguas dolencias, reacción
exagerada ante pequeñas molestias, sentimiento de tratamiento injusto,
disminución de actividades de ocio y, por supuesto, pérdida de contactos
sociales.
Adicionalmente, en la relación
entre cuidadora y adulto mayor dependiente se desarrolla, en ciertos casos, una
trama de sentimientos encontrados que mezclan afecto y hostilidad haciendo que
la convivencia sea conflictiva lo que puede manifestarse abiertamente o,
permanecer bajo la superficie. Y en la cuidadora, esto puede dar origen a
trastornos psicosomáticos como alergias, cefaleas, lumbalgias o trastornos
gástricos e intestinales.
El problema se ve incrementado por
el hecho que las cuidadoras familiares, a diferencia de quienes trabajan en
instituciones, desarrollan un trabajo a tiempo completo que no tiene intervalos
de descanso y que obliga a un esfuerzo permanente. Esto hace que paulatinamente
la persona se vaya aislando del mundo exterior y sus actividades sociales se
reduzcan al mínimo.
Adicionalmente, se trata de un
trabajo con escaso apoyo externo. Por una parte, es frecuente que el resto de
los miembros de la familia descansen en el hecho de que hay una persona que se
encarga de la tarea y el apoyo que le presten sea escaso. Son raras las ofertas
de reemplazo o de establecer turnos para el cuidado de la persona dependiente.
Por otra parte, tampoco es frecuente el apoyo externo. Esto
porque es una tarea anónima que se desarrolla de puertas adentro y que carece
de visibilidad. Es una realidad que se vive al interior de la familia.
Se sabe poco de la cantidad real
de cuidadoras, si bien es posible suponer que son muchas las personas haciendo
esa tarea. Según el Censo de 2017, en Chile, el 14,2% de los adultos mayores no
son autovalentes y ellos representa una cantidad cercana a las 340.000
personas. Si se incluye a personas no postradas pero dependientes que requieren
apoyo permanente, la cifra aumenta a 480.000. Si se piensa que, con optimismo,
un 20% de ellas se encuentran en casas de reposo y establecimientos de larga
estadía, es posible estimar que no menos de 380.000 adultos mayores están en
situación de cuidado familiar. Y que habría una cantidad importante de
cuidadoras que están en la situación arriba descrita y con alta probabilidad de
presentar el Síndrome de Burnout.
A la vez, y por obvias razones,
parece ser que es de mayor frecuencia la presencia de cuidadoras familiares en
los estratos de menores ingresos por la imposibilidad de financiar cuidados
externos o por la dificultad para ubicar a los mayores dependientes en
establecimientos de larga estadía. Por lo cual al stress originado en el
cuidado se agrega la estrechez económica.
Esta situación plantea un desafío
importante a las instituciones de apoyo a los adultos mayores. De hecho, el
SENAMA ha generado un programa para las cuidadoras mediante su liberación por
un día a la semana de las obligaciones de cuidado. Sin embargo, tanto por
limitaciones financieras como por la dificultad para ubicar a las familias, el
programa ha alcanzado a un número muy limitado de personas.
Por ello, es necesario hacer
conciencia sobre esta realidad y avanzar hacia la definición de metodologías de
trabajo que permitan, en primer lugar, la identificación de estas cuidadoras y
luego, la instalación de acciones de apoyo para aliviar los efectos mentales y
físicos de esta anónima tarea. Y esto no debería ser solo función de una
institución pública sino también de organizaciones que realizan trabajo con
adultos mayores, que se sitúan a nivel comunal, local o vecinal y que pueden
colaborar en la identificación de las personas y en el desarrollo de programas
de apoyo.
Mi nombre es Carlos Prieto Tengo 83 soy chileno y vivo en Canada por más de 50 años. Soy jubilado y por razones de idioma no pude trabajar en educación
ResponderBorrarConseguí trabajo en limpieza en una gran compañía por varios años donde jubile com Gerente de División.
Carlos Prieto