DEPENDENCIA
Y VEJEZ
Sonia Zapata
D. Investigadora Cendec
Durante la pandemia de COVID-19.,
el cuidado se transformó en un eje fundamental, aunque generalmente es un
trabajo invisibilizado y poco valorado. El cuidado lo realiza un familiar, principalmente
mujer, lo que implica trastornos en la vida personal, más responsabilidades,
nuevos gastos, y otros y que puede culminar en una sobrecarga importante, con
consecuencias en su salud e incluso en casos de abuso y maltrato hacia la
persona que cuidan.
La Sexta Encuesta Nacional
Inclusión y Exclusión Social (2021), realizada por el Servicio Nacional del
Adulto Mayor (SENAMA), muestra que el 63% de la población chilena cree que las
personas sobre 60 años son dependientes. Pero, la realidad es que el 86% de
ellas (3.444.592 personas) no tienen ningún grado de dependencia. Esta es una medición hecha sobre la cantidad de
actividades básicas que las personas llevan a cabo en su vida diaria.
No olvidemos que el temor más grande que las
personas mayores confiesan es a convertirse en dependientes, hecho refrendado en
la V Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (ECV, 2019), que muestra
que la principal preocupación de los mayores de 60 es depender de otras
personas (66%)
Nadie quiere ser una carga para
la familia, menos cuando la persona ha sido autovalente toda la vida. Padecer
de algún grado de dependencia tiene efectos tanto en la salud mental como
física de la persona. Afecta la autoimagen como persona capaz de conseguir
metas y objetivos. Se suceden trastornos ansiosos, depresivos, por cambios de
conducta, por una frustración permanente y se viven esas limitaciones como algo muy injusto y violento. La
dependencia, no es inherente al proceso de envejecimiento y se puede experimentar
en cualquier etapa de la vida. Estudios demuestran que los principales factores
de riesgo para la dependencia son la presencia de patologías y
hospitalizaciones de la persona, y no la edad en sí misma.
La dependencia se vincula con una
condición física o de salud, pero es una problemática de carácter social que se
articula con el entorno, Es necesario recordar que-no solamente los frágiles y
vulnerables- necesitan continuos cuidados ya que durante toda la vida dependemos
de ciertas personas y hemos sido cuidados. La dependencia no se presenta en
todos los grupos de 60+ de la misma forma. Las personas con menos educación
presentan más cuadros de dependencia. Los expertos han concluido que las
desigualdades y la pobreza afectan la salud de las personas mayores porque
estas se van acumulando en el tiempo. Si una persona mayor no tuvo acceso a
educación, y tampoco a salud y no tuvo alimentación adecuada, no va a llegar en
las mejores condiciones a la vejez y tendrá más riesgo de dependencia.
Con la pandemia, se acentuaron
las desigualdades. No sólo se perjudicó la calidad de vida de grupos de
personas mayores, sino que se incrementaron las posibilidades de dependencia a
futuro. Al mismo tiempo, es posible que se presenten peores índices de
dependencia funcional, por el cierre de centros de día y clubes de personas mayores,
afectando la rutina y desarrollo de sus beneficiarios y cuidadores. Además, se
redujeron las atenciones en salud para pacientes no COVID-19, lo que significó que
muchos que presentaban dependencias, fueron dejados de lado. Según la Encuesta
Social COVID-19 (2020), un 66% de hogares debió postergar sus atenciones de
salud.
En relación con el cuidado del
mayor dependiente, la familia tiene un rol fundamental, pero muchas veces se
entrega un cuidado inadecuado, más allá de todo el cariño y la intención, debido,
a que no tienen las condiciones y capacitaciones para hacerlo y se termina acentuando aún más la dependencia.
El cuidado es principalmente realizado por mujeres, por lo que se habla de una
feminización del mismo. Esto tiene su origen en que históricamente las mujeres están
vinculadas al ámbito de lo privado e íntimo, y que hace que muchas mujeres
deban asumir roles de cuidado y dejar sus trabajos, jubilarse o tomar empleos
informales para poder dedicarse a ello.
El aumento en la longevidad ha
producido un cambio en los cuidados. Antiguamente, las cuidadoras eran las
esposas, hoy hay hijas/os mayores de 60 que están cuidando a sus padres más
envejecidos, a pesar de que también son personas con fragilidades, enfermedades
crónicas e incluso limitaciones físicas. Asimismo, las personas mayores también
se dedican al cuidado de otros miembros del hogar, los que no necesariamente
son personas mayores, como en el cuidado de niñas y niños, sus nietos. El cuidar, generalmente, produce desgaste,
sobrecarga y cuadros de estrés más aún si son familiares sin capacitación
previa las personas que realizan esta tarea. Al llevarla a cabo gran parte del
día, la cuidadora no puede desarrollar su vida normal y está en una constante
readaptación Así el cuidado termina por limitar la vida personal, social e
incluso familiar del cuidador y produce efectos negativos en la salud de las
personas cuidadoras. Esto, en el contexto
de la pandemia, se ha exacerbado.
Otra arista de la dependencia lo
constituye el efecto sobre el presupuesto familiar. Es necesario tener comida
especial, sondas, pañales, además del costo físico. Estos gastos son más
importantes porque la mayoría de los cuidadores son informales, sin
remuneración y han dejado de lado sus trabajos para cuidar.
En nuestro país actualmente hay
diferentes iniciativas cuyo objetivo es prevenir
y reducir la dependencia, y apoyar en términos de cuidado. Ellas son: el
Programa de Centros Diurnos del Adulto Mayor, el Programa de Cuidados
Domiciliarios, el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados “Chile Cuida” (SNAC) y
el Fondo de Subsidio a los Establecimientos de Larga Estadía para Adultos
Mayores (ELEAM). Los programas Cuidados
Domiciliarios (SENAMA) Red Local de Apoyos y Cuidados (Ministerio de Desarrollo
Social y Familia) atienden personas mayores del 60% más vulnerable en situación
de dependencia moderada o severa y que carecen de apoyos y cuidados en su
domicilio. Centros Diurnos del Adulto Mayor (SENAMA) Atiende Personas mayores
con dependencia leve y moderada, y en situación de vulnerabilidad social para
que conserven o mejoren su nivel de funcionalidad manteniéndose en su entorno
familiar y social. El Fondo Subsidio ELEAM (SENAMA) Subsidio a los ELEAM
públicos o privados sin fines de lucro para que personas mayores en situación
de dependencia y vulnerabilidad reciban servicios de cuidado especializados y
de calidad. El financiamiento de estas prestaciones depende del involucramiento
de los municipios para costear parte de ellas por cuanto los recursos que
entrega el Estado no alcanzan a cubrir el 100% del costo de un centro diurno; y
no todas las municipalidades pueden
costear las diferentes iniciativas.
Asimismo, es importante cuidar a
las personas que cuidan. De allí la importancia de crear programas e
intervenciones que capaciten a los cuidadores, construir espacios de apoyo y
herramientas para realizar sus tareas y, para ello, se debe reconocer, validar
y valorar el cuidado. Es en esta línea que se han establecido Sistemas
Nacionales de Cuidados (SNC) en diferentes países. Estos constituyen un conjunto
de acciones públicas y privadas que, de forma articulada, brindan atención
directa a las personas y a las familias en el cuidado de su hogar lo que
incluye la atención de personas dependientes y los quehaceres domésticos. La
importancia de estos sistemas radica en que hay una corresponsabilidad del
cuidado, en el que tienen parte, el Estado, la comunidad y la familia, y se
reduce la carga a las mujeres.
Uruguay fue pionero en la región
con la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados en el año 2015, con el
objetivo de promover el desarrollo de la autonomía de las personas en situación
de dependencia, su atención y asistencia. En el caso de Chile, la propuesta del
nuevo gobierno, iría del subsistema de
cuidados y apoyo “Chile Cuida” a un sistema nacional de cuidados, propiamente
tal.
La creación de un SNC en nuestro país se hace
necesaria y es preciso formular una estrategia de financiamiento que le permita
funcionar de manera adecuada. Hay que tener presente. también que, si bien los
SNC dan una mayor protección social, derecho al cuidado, autonomía y a una vida
digna, se debe trabajar en un cambio cultural que no estigmatice el
envejecimiento y valore el trabajo de cuidados a lo largo de la vida. Este es
un cambio que involucra a todos los actores sociales y no sólo al Estado. Recordemos
que todos llegaremos a esta etapa.
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