REFLEXIONES EN TORNO A LA DEPENDENCIA EN LA VEJEZ
Sonia Zapata Investigadora
Cendec
Como sabemos Chile es uno de los
países de Latinoamérica con mayor envejecimiento de la población. debido a una
tasa de natalidad disminuida y una mayor esperanza de vida. Este aumento en la
longevidad implica mejoras en salud y políticas públicas, pero también implica desafíos,
por ejemplo, que estos años sean vividos por las personas mayores en mejores
condiciones.
Una de las problemáticas de esta etapa es la dependencia,
que ocurre cuando las personas no son capaces de desempeñar por sí mismas las
actividades de la vida cotidiana y deben requerir apoyo de otras personas para
realizarlas (Organización Mundial de la Salud). Las posibilidades de padecer dependencia
aumentan con el transcurso de los años. Varios estudios han demostrado que una
vida activa, buena nutrición, no padecer enfermedades crónicas protegen contra
la dependencia. Además es también importante, impulsar políticas públicas que entreguen
una mayor protección social y espacios para la integración, participación y
autonomía de las personas mayores, ,.
En nuestro país, es común creer que
la vejez implica dependencia. La Sexta Encuesta Nacional Inclusión y Exclusión
Social (2021), realizada por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA),
indica que el 63% de la población cree que las personas sobre 60 años no pueden
valerse por sí mismas. Pero, la realidad es que el 86% de ellas no tienen dependencia.
Las creencias negativas sobre esta etapa de la vida limitan el desarrollo de
las personas debido a su edad, y no es extraño que el temor más grande de ellas
sea convertirse en dependientes. Esto se reafirma en la V Encuesta Nacional de
Calidad de Vida en la Vejez (2020) que muestra que la mayor preocupación de las
personas de más 60 años es tener que depender de otras personas
La dependencia tiene efectos
importantes tanto en la salud mental como física de la persona. Afecta, la autoimagen
como persona capaz de conseguir metas y alcanzar objetivos. La persona pasa por
trastornos ansiosos, depresivos, por cambios de conducta, por frustración de
ver sueños no realizados por causas que no dependen de ella, sino de otros y
que se vive como algo muy injusto violento y limitante. A medida que aumenta la
edad, se observa un incremento en la dependencia, pero esta no es inherente al
envejecimiento y se puede experimentar durante cualquier etapa de la vida.
La dependencia es, en gran medida,
una problemática de carácter social ya que se articula con el entorno. Una
deficiencia -motora, sensorial o psíquica– que una persona de cualquier edad
puede tener, interactúa con su entorno y puede encontrarse con gente y
situaciones que le facilitan su desempeño, o situaciones o personas que le van
a dificultar este desempeño independiente.
La dependencia no se presenta en todos los grupos
de mayores de la misma forma. Las personas con menos educación presentan más
cuadros de dependencia. Los expertos consideran que hay determinantes sociales
que se relacionan con cuadros de dependencia., ya que las desigualdades y la
pobreza afectan la salud de las personas, Si yo no tuve acceso a educación,
tampoco a salud y no tuve la alimentación que correspondía, no voy a llegar en
las mejores condiciones a la vejez y tendré más riesgo de dependencia.
La dependencia, por definición,
requiere de ayuda. De allí que el cuidador sea un eje fundamental. La tarea de
cuidar, generalmente, la lleva a cabo un familiar, principalmente mujeres, y
deben hacerse cargo de las necesidades y requerimientos de la persona
dependiente. Este trabajo implica posponer la vida personal, asumir una gran
responsabilidad, entre varios otros factores. Hay veces que esta sobrecarga
importante, tiene consecuencias en su salud e incluso provoca abuso y maltrato
hacia la persona que cuidan.
A pesar de que el cuidado está dentro
del espacio doméstico y del trabajo no remunerado- estas tareas son de gran importancia
para la vida de las personas y tienen un impacto en la economía nacional. En
Latinoamérica, producto de su sistema sociocultural, el cuidado es generalmente
realizado por algún integrante femenino de la familia. Y muchas veces la entrega
de cuidados por parte del Estado es insuficiente, lo que genera desigualdad y
exclusión social. La familia tiene un rol fundamental en el cuidado, pero generalmente,
no tienen las mejores condiciones y capacitaciones para hacerlo y se entrega un
cuidado no adecuado, más allá del cariño y la intención.
La Sexta Encuesta de Inclusión y
Exclusión Social de las Personas Mayores en Chile (SENAMA, 2021), concluye que
la mayoría de la población chilena considera que la principal responsabilidad
por el bienestar de los adultos mayores es de las propias familias (80%),
seguido de los gobiernos (52%).
El aumento de la longevidad ha
producido un cambio. Antes, las cuidadoras eran las esposas, pero hoy hay hijas
mayores de 60 años que están cuidando a sus padres. El grupo de mujeres mayores
que están cuidando a alguien ha aumentado, a pesar de que también son personas
con fragilidades, enfermedades crónicas e incluso limitaciones físicas. Las
personas mayores también se dedican al cuidado de otros, que no necesariamente
son personas mayores, como nietos de diferentes edades.
El cuidar –generalmente- significa
desgaste, sobrecarga y cuadros de estrés importantes, más aún si son familiares
sin capacitación previa quienes realizan estas funciones. El llevar a cabo esta
tarea gran parte del día, impiden que la persona cuidadora pueda desarrollar su
vida normal y esté en todo momento readaptando su rutina diaria. De esta forma,
la tarea de cuidar limita la vida personal, social y familiar del cuidador. También,
pueden manifestarse síntomas físicos como la presencia de dolor muscular,
cansancio físico y quejas cardiovasculares. En el caso de la salud mental, una
presencia de problemas relacionados con ansiedad y depresión, peores estados
anímicos, así como alteraciones en el sueño, apatía e irritabilidad. Muchas veces el, estrés del cuidador puede traer
eventos de maltrato hacia la persona mayor dependiente.
También, existen consecuencias en
el ámbito económico. El cuidado de una persona con dependencia severa altera el
presupuesto familiar. Es necesario tener comida especial, sondas, pañales, remedio.
Al no tener los recursos necesarios tampoco se tiene mejor atención de salud,
mantención y estadía. La casi totalidad de los cuidadores realizan esta labor
sin remuneración y dejando sus trabajos.
En nuestro país, actualmente,
existen iniciativas que para prevenir y reducir la dependencia, y apoyar en
términos de cuidado. Ellas son: el Programa de Centros Diurnos del Adulto
Mayor, el Programa de Cuidados Domiciliarios, Sistema Nacional de Apoyos y
Cuidados “Chile Cuida” (SNAC) y el Fondo de Subsidio a los Establecimientos de
Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM).Con ellas se ha avanzado algo en
esta materia, pero aún faltan dispositivos y políticas públicas que se hagan
cargo de esta problemática con mayores recursos de apoyo.
Una de las principales
problemáticas de estos dispositivos es su cobertura y financiamiento. Por
ejemplo, los centros diurnos y el SNAC cubren menos del 3,5% de su población
objetivo. El programa de cuidados domiciliarios dispone de 985 cupos, y hay
337.472 personas de más 60 con dependencia moderada y severa. Además, muchas de
estas iniciativas funcionan sólo en algunas comunas, dependiendo del
involucramiento de los municipios para costear parte de ellas, no todas las
municipalidades pueden costear las diferentes iniciativas.
Es importante cuidar a las
personas que cuidan. Hay que avanzar en
programas e intervenciones que capaciten a los cuidadores, que les brinden
espacios de apoyo y herramientas para realizar sus tareas, para ello, es
necesario reconocer, validar y valorar
el cuidado. Avanzando de esta forma a que todos se involucren en el cuidado, la
familia, la comunidad, el Estado Un avance en esta línea sería la
implementación de un Sistema Nacional de Cuidados, lo que ya se ha hecho en
otros países de la región y el mundo.
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