SOBRE LA EDAD DE JUBILACION
José Nagel. Investigador Cendec
La decisión del presidente de
Francia Emmanuel Macron de elevar la
edad de jubilación de 62 a 64 años ha despertado una tempestad social generando
una ola de airadas protestas lideradas por las organizaciones sindicales y
estudiantiles. Esto ha reavivado la polémica en torno a la conveniencia y
sostenibilidad social y a los beneficios y inconvenientes de una jubilación más
tardía.
Quienes se oponen al aumento de
la edad de jubilación sostienen que esto implica imponer una carga adicional
para quienes durante toda su vida han tenido que trabajar duramente y que ello
significa vulnerar derechos a una vida mejor y a un merecido descanso. Esto se
considera un retroceso, especialmente,
en las sociedades de bienestar donde los ciudadanos han debido financiar
duramente los beneficios que reciben del estado. A la vez ello implicaría un
nuevo regalo a las empresas y al Estado que pueden disponer así durante mayor
tiempo de mano de obra para sus fines.
Sin embargo, parecer haber fuertes
argumentos en favor del aumento de la edad de jubilación. De partida hay que
decir que varios de los países europeos tienen edades de jubilación por encima
de la que tiene Francia. Es el caso de Alemania (67) Suiza (67) España (65). Y
el debate, en casi todas partes se centra en elevar aún más la edad de jubilación
dadas las transformaciones demográficas y la consecuente dificultad para
financiar los sistemas.
Hay que recordar que la esperanza
de vida ha aumentado exponencialmente y que las personas viven hoy no solo más
tiempo sino también en mejor estado de salud. En 1960 la esperanza de vida en Chile
era de 58 años y hoy es de 80 años. Y en el caso de las mujeres, alcanza hasta
82. Y las condiciones físicas de una persona de 75 años, por ejemplo, son
equivalente a lo que era una de 55 años hace veinte años atrás.
Hay cada vez más adultos mayores a quienes
financiar y, proporcionalmente, menor cantidad de jóvenes en el mundo del
trabajo y, por ende, menor generación de recursos públicos para financiar los
sistemas. En el caso francés, en 1950 había cuatro trabajadores que financiaban
a un pensionado, en el 2000 eran solo dos y en el 2042 será 1. Y, a la inversa, el gasto ha aumentado
llegando hasta el 14,1% del producto interno bruto.
Es importante también, examinar
el tema desde la perspectiva de quienes se jubilan y preguntarse si es tan
evidente el beneficio de jubilarse a edades más tempranas. En el caso de Chile,
datos del Centro de Vejez y Envejecimiento de la Universidad Católica de Chile
(1918) muestran que una parte importante de los que jubilan continúan
trabajando: un 50% de los hombres y un 20% de las mujeres. El motivo más
frecuente para ello, es por supuesto, la necesidad económica: la jubilación no
alcanza para sobrevivir porque representa la mitad o un tercio de lo ganaban
antes de pensionarse.
Pero, no es esa la única razón.
Un 41% de los hombres y un 35% de las mujeres señala la necesidad económica
como único motivo. Pero más del 50% dice que lo hace por el placer o el efecto
positivo que tiene para él el hecho de trabajar. Y casi un tercio de los
jubilados mayores de 65 años sostiene que le habría gustado seguir trabajando
después de pensionarse. Siente que esto tiene un efecto positivo sobre la salud
física y mental y que les habría permitido mantener redes de relaciones que han
perdido al salir del mundo del trabajo.
Justamente, diversos estudios
muestran el efecto negativo del término de la vida laboral sobre las personas
y, muy especialmente, sobre los hombres. Con alta frecuencia se encuentra la
sensación de soledad que genera incomunicación y depresión y un deterioro de la
autoestima y del deseo de vivir.
En virtud de estos antecedentes,
es posible afirmar que la prolongación de la vida del trabajo no tiene efectos
negativos sino, al contrario, ampliamente positivos, tanto desde el punto de
vista social como personal.
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